Con este blog pretendo que conozcas novedades educativas .Con gran afecto y consideración y que cada día pòngamos el mejor de nuestro espíritu en la Educación.Lic.Ayala Augusto
Existen zonas poco iluminadas en la organización escolar. La rutinización institucional, el pragmatismo cotidiano, los planteamientos eficientistas, la heteronomía funcional, el carácter ambiguo y contradictorio de sus fines, la falta de tiempos destinados a la reflexión, los mecanismos colectivos de defensa, la dimensión oculta del currículum, etc. hacen que permanezca persistentemente oscurecida una amplia parcela de la vida organizativa de los centros.
La organización escolar ha sido frecuente objeto de estudio (y ahora mismo aún lo es) desde una perspectiva pragmática: ¿Cómo ordenar los elementos para conseguir un fin propuesto? No se plantea con insistencia y profundidad la naturaleza y calidad de los fines, la adecuación de los medios y, sobre todo, el carácter ético de esos medios que no se pueden definir como buenos solamente por el hecho de que permitan alcanzar los fines propuestos. Al tratarse la educación de una práctica moral, no puede analizarse solamente la conexión causal de medios y fines, hay que preguntarse por la bondad de esos medios y, más allá aún, por la bondad del marco institucional donde se desarrolla todo el proceso. No nos preguntamos sólo por la racionalidad de la secuencia medios/fines sino por su justicia, ¿y si los fines fuesen deplorables? Apenas si se consideran los males que produce la organización en sí y en sus planteamientos finalistas.
“Nosotros nos preguntamos si en las pautas de relación presentes en lo social, es decir, en los hechos naturales de la organización, también existen procesos destructivos o desviaciones respecto de la continuidad de la propia organización" (Etkin, 1993).
La irracionalidad y la perversión pueden aparecer en todas las fases del proceso: pensar, planificar, decidir, actuar, evaluar y cambiar. Las buenas intenciones de los actores, de cada actor, no garantizan la bondad del mecanismo instalado en la organización. El hecho de que cada persona que trabaja en la organización no sea perversa, no evita el hecho de que sean piezas de un engranaje, de una estructura, de un mecanismo perverso.
Pensar que todo es neutral o que las pretensiones de los protagonistas evitan cualquier perversión en la organización escolar es, cuando menos, una ingenuidad.
Los enfoques ordenancistas que dan por bueno lo legislado y que sólo ponen el empeño en el conocimiento preciso y la fiel ejecución de las normas es cómodo, pero simplista, y falso.
"Estamos pensando en la perversidad en términos de la organización antes que en los actos individuales de sus miembros que para ser perversos necesitan un marco que los identifique como tales" (Etkin, 1993).
Lo perverso, obviamente, no forma parte del discurso oficial. Desde el punto de vista institucional todo es coherente, todo es bueno, todo es racional, todo es positivo. Se insiste en crear prescripciones, en explicarlas claramente y en lograr que se lleven acabo de forma precisa. Si este circuito funciona, todo se mantiene en regla
"Sugiero un enfoque de los juicios morales basado no en la conformidad a las reglas, sino en la manera en que se hacen los juicios; basado en el proceso, no en el producto. Dicho de otro modo, creo que la ética y la moral no son cuestiones de qué se decide sino de cómo se decide"
El discurso legitimador de la escuela está de espaldas a esta preocupación por la perversidad: la escuela educa, la escuela enseña, la escuela prepara para los valores, la escuela prepara para la vida... La escuela, en definitiva, es una institución en sí misma formadora.
Lo perverso no es tanto un acto aislado, un fenómeno excepcional y patente sino un estado de cosas que se instala en el funcionamiento cotidiano de la institución escolar. Por eso es difícil detectarlo y erradicarlo. El poder institucional actúa de forma sutil, continua y difusa, como indica Bernstein (1981): "El sujeto queda establecido por el silencio a través del cual actúa el poder".
No me estoy refiriendo a la perversidad que entraña la violencia física irracional o a los
Comportamientos ilegales o a la explícita transgresión ocasional o sistemática de las normas. Hablo de procesos que están instalados en el marco del orden constituido, no en contra o al margen de él.
Las primordiales amenazas para nuestra supervivencia, tanto de nuestras organizaciones como de nuestras sociedades, no vienen de hechos repentinos sino de procesos lentos y Graduales” (Senge, 1992).
Por Miguel Ángel Santos Guerra.
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