viernes, 18 de febrero de 2011

Climas escolares: El desafío de aprender a convivir en la escuela

En este momento, los medios nos hablan de la violencia en las escuelas. Especialistas de países como Francia, Inglaterra, España, Italia y Suecia, que han investigado el fenómeno muchos años, diferencian entre escuelas en contextos de violencia, por un lado y violencia en los contextos escolares, por otro. Por lo tanto, en primer lugar hay que distinguir entre la escuela como origen y la escuela como caja de resonancia de una violencia que tiene otras causas, múltiples y complejas, externas a ella. Aunque también hay violencias que se producen desde dentro de ella, la escuela sigue siendo uno de los lugares sociales más pacíficos que tienen nuestros jóvenes para convivir. Todavía más importante es el hecho de que la violencia no recubre más que una mínima parte de la temática de la convivencia escolar. Convivir en la escuela es hacer un aprendizaje de socialización. Hoy en día existen diversas agencias de socialización como las redes sociales de Internet, por ejemplo. Pero la escuela sigue siendo un lugar decisivo de integración social: tal como sea la calidad de la convivencia escolar, así será la calidad de la socialización de los niños y los jóvenes. En la escuela se puede aprender a convivir de una manera que ayude o, por el contrario, dificulte que alumnos y alumnas se integren a una sociedad donde se expanden las diferencias entre las personas. La interacción cotidiana con los otros -compañeros, docentes, directivos- puede ayudar a que chicos y chicas se abran o, contrariamente, contribuir a que se encierren en sí mismos o en pequeños grupos herméticos que constituyen algo así como “guetos escolares”. Se puede aprender a escuchar o a descalificar sin haber escuchado; se puede aprender a juzgar o a mirar las cosas desde la perspectiva y la situación del otro. Estos aprendizajes se trasmiten a manera de una performance teatral, no se hacen discursos sobre ellos, se actúan, se crean escenas y escenarios escolares de relación con los otros. La ruptura de los grandes programas sociales y de los agrupamientos colectivos que encolumnaban hacia una misma dirección y hacían parecida a la gente de un lugar, un barrio, una clase social, hace que hoy “cada persona sea un mundo”. Y todos los días estos mundos se encuentran en el reducido espacio escolar, se apretujan, toman contacto, no pueden eludirse, tienen que aprender a relacionarse. La convivencia cotidiana de la escuela puede ayudar a fortalecer a las personas y a hacerlas crecer, como también dejarles marcas perdurables que harán que tengan un bajo concepto de sí mismas y aborden la relación con los demás como una lucha por imponer los propios intereses sin ningún límite en los recursos o medios que se usen para alcanzarlos. Niños y jóvenes conviven con otros diferentes en muchos espacios sociales. Pero la escuela sigue siendo una institución que pesa mucho en las biografías individuales y las historias sociales. Y no enseña sólo dando clase sino también conviviendo y resolviendo diariamente conflictos con el otro.

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