Teniendo en cuenta lo establecido en la ley provincial 9.655, de Prevención de la Violencia Escolar en Establecimientos Educativos, este Protocolo considera que:
Las instituciones educativas se caracterizan por ser espacios de socialización y formación pedagógica. Su organización sistematizada, de múltiples aprendizajes, actores, tiempos y cotidianeidad no las exenta y las hace permeables a la confluencia, producción, reproducción de violencias. A su vez, las mismas están sujetas a continuos desafíos frente a contextos cambiantes atendiendo a las diversas demandas sociales.
Estos hechos, entre otros las convierten en un lugar central para incidir desde el Estado en los procesos de aprendizaje de los sujetos, su integración social y su constitución como ciudadanos.
La violencia pueden visualizarse en las instituciones educativas como:
1) La emergente del campo social y que se manifiesta en la institución: maltrato infanto juvenil, violencia familiar, abuso sexual, cuestiones relacionadas a los consumos problemáticos y adicciones.
2) La que se reproduce en la escuela: episodios de violencia entre pares (docentes, alumnos), acoso escolar (ej. Bulling, procesos de intimidación y victimización entre iguales) producto de la convivencia y formas de convivencia social aprendidos (discriminación social, racial, sexual, género, portación de armas, diversos lenguajes de expresión).
3) La que produce la institución: implica a docentes, estudiantes, familias y demás actores institucionales a partir de un modelo jerárquico y disciplinante que puede potenciar vínculos de descalificación, discriminación y exclusión.
Más allá de la complejidad del tema, la escuela puede promover y sostener una diversidad de acciones, propuestas e iniciativas que afiancen una cultura democrática en las prácticas educativas.
En el marco del presente protocolo la participación de la unidades educativas se centra en el eje preventivo, brindando información, formación, y herramientas para el empoderamiento, desarrollo de competencias y habilidades psicosociales, trabajo en redes y construcción del proyecto de vida, como también propiciando la derivación y asesoramiento en casos de violencia.
Se propone un modelo en el cual la prevención sea entendida como una actitud, una intervención sobre el contexto, y no como una tarea más, aislada. Se ofrece una construcción interdisciplinaria desde la complejidad, con intervenciones plurales para correrse del esquema individual, que parcializa y acota estas problemáticas.
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