sábado, 16 de abril de 2016

Algunas cuestiones sobre el saber y la formación docente

Por Cristina Calvet


“El saber no ha sido hecho para comprender, ha sido hecho para hacer tajos ” 
Michel Foucault

¿Por qué empezar un artículo sobre formación docente hablando de hacer tajos? Quizá porque es una idea que pueda provocar alguna inquietud. La misma nos trae algunas cuestiones, imágenes para pensar y discutir, para preguntar, para disentir. Porque lo importante de un texto no sólo es lo que dice, sino lo que permite pensar.
Empecemos con el saber. ¿Qué saber/saberes se ponen en juego, se tramitan, se transmiten en la formación docente? Seguramente la respuesta no es unívoca y cada una de ellas nos remitan a las distintas tradiciones que han surcado la formación de los docentes: saber sobre lo metodológico, saber la disciplina, saber hacer, saber ser...Tradiciones que persisten en prácticas y discursos. Saberes asociados a conocimientos (conceptuales, procedimentales, actitudinales).

Pero tal vez habría que pensar no sólo en qué saberes es necesario que se formen los futuros docentes, sino también cómo se juegan esos saberes en la propia formación y cuáles son las posibilidades que abren (o cierran).
Abrir, generar preguntas, construir la herencia es habilitar(nos) la posibilidad de la re-significación de los saberes puestos en juego.
Nuevamente podemos recurrir a la imagen. Hacer tajos es pensar en superficies con fisuras. Y esto es acercamos a una verdad cuestionable, a una certeza que se pliega y nos lleva a vislumbrar nuevos horizontes.

En la formación docentes, esta noción ¿qué nos quiere decir? Puede decimos que el saber no es algo dado, cerrado, acabado, que se termina con un discurso o un texto. El saber es la posibilidad para interpretar una situación, una experiencia, una realidad. Entonces ¿qué se cuestiona desde distintos lugares cuando se dice que el conocimiento de la formación docente es “teórico”, que está alejado de “la realidad”? Lo que se discute, es
una idea de teoría, una noción de conocimiento, una manera de interpretar la teoría y la práctica.
Sería bueno, en este punto, retomar una distinción que me parece interesante para aportar otras aristas a esta idea del saber en la formación docente. Una manera de entender el saber es pensarlo como copia de la realidad, posición que tiene una larga trayectoria en la historia del pensamiento occidental. Si se considera el saber como una copia de una realidad externa, que refleja, que tiene que imitarla, entonces la formación docente tendría que brindar saberes que iluminen la práctica, que puedan ser “aplicados”, que puedan ser comprobados. Otra manera de entender a este saber es pensarlo como representación. El saber no es la copia, por lo que no tendría que sacar impresiones de la realidad, ni calcarse en la misma. El saber permite un acercamiento a las situaciones, pero desde un lugar de interpretación. Y esto nos vuelve a aproximar a esta idea de hacer tajos. Porque si el saber es una representación también nos alejamos de la idea de verdad absoluta, de certezas incuestionables
Ligada a esta idea, podríamos pensar también en la idea de formación. Formar puede utilizarse como sinónimo de moldear. Formamos cuando damos forma a algo. Pero esta idea, que supone que el producto debe ser una copia del molde, difícilmente pueda utilizarse en la formación docente. Porque lo que formamos no son objetos. 

En la formación docente trabajamos con sujetos. Y muchas veces con sujetos que se resisten a ser formados.
Desde hace algunos años, distintos autores vienen sosteniendo que quienes eligen la formación docente lo hacen por motivos económicos (ya sea por no poder sostener otra carrera o por la posibilidad de ascenso social que puede sugerir un título docente, entre otros), realidad que sabemos no es ajena a nuestro instituto. No se lee esta situación desde la añoranza, muchas veces presente en algunos discursos, acerca de la vocación perdida. Sino como una situación que nos enfrenta, como formadores de formadores a nuevos desafíos. Esos chicos y chicas que empiezan su formación se encuentran con saberes que les resultan ajenos. Uno de esos desafíos entonces podría ser hacer conocidos otros discursos, otras posibilidades para representarse las situaciones, otros saberes que permitan ampliar, cambiar, preguntar a la realidad. En otras palabras, poner a disposición el filo de los conocimientos que permitan realizar tajos.

Incorporar a los sujetos en esta reflexión acerca del saber es una postura, ya que no podemos pensar el saber sin sujeto que lo sabe. Así como no podemos pensar el sujeto sin saberes que lo conforman. La relación, no es de copia, la relación es interrelación, es interacción. Y en esa interacción podemos intervenir.
La idea de intervención puede a su vez remitirnos a otro concepto, el de transmisión. Una definición muy común para la enseñanza en la de transmisión de saberes. Sobre este concepto puede haber muchas significaciones. Alejándonos de la idea de una transmisión lineal, donde se recibe lo que se emite, la idea de transmisión puede permitir acepciones más fecundas, ya que posibilita pensar la intervención no desde el control sino desde la libertad. No negamos que la enseñanza tiene una cuota de influencia, porque si nos negamos a la influencia, no intervenimos. Lo que quiero destacar con esta idea de transmisión es que permite descentramos, corremos, vislumbrar otras posibilidades sobre lo que el otro puede hacer con el saber que ponemos a su disposición. Tal vez a eso nos aproxima también la idea de hacer tajos.

Cuando me propuse escribir estas líneas, se me ocurrían varias cuestiones para plantear, porque el eje formación docente abre muchos caminos, senderos, y hasta atajos. Podría hablar desde la historia, de la formación docente, desde la política, desde la didáctica, desde la pedagogía, desde...Lo que ha quedado como artículo son algunos aspectos que me parecen interesantes discutir.
Porque, si como nos plantea la cita de Foucault, el saber nos puede servir para hacer tajos, entonces, las palabras puestas a disposición pueden ayudar a afilar las herramientas. Y ese fue el propósito que guiaba la escritura. Poder poner a consideración algunos aspectos, sin encasillarlos en ninguna dimensión, pero sin desconocerlas tampoco.

Lo que me parece importante marcar en esta idea del saber como posibilidad para generar inquietud, son algunas preguntas que me formulo, para las cuales voy cambiando las respuestas, en relación con la narrativa que hago de mi experiencia.
Algunas de esas inquietudes:
-¿cuál es la idea de saber que manejamos como formadores de formadores? -¿vemos la teoría aislada de la práctica? ¿o vemos sus interacciones? ¿lo podemos enseñar?
-¿qué lugar ocupa el sujeto en relación con los saberes?
-¿qué lugar otorgamos al otro en la formación docente?
-¿qué nos mueve a seguir apostando, a seguir trabajando para la formación de docentes?
-¿podemos interpelar al otro? ¿dejamos que nos interpelen?
-¿qué transmitimos y qué dejamos dé transmitir en el encuentro con el otro y con el saber?
-¿nos preguntamos sobre estas cuestiones? 

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